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ISSN-E: 2542-3401, ISSN-P: 1316-4821
Universidad, Ciencia y Tecnología,
Vol. 27, Núm. 119, (pp. 29-40)
Serdán D. et al. Cambios fisiológicos y anatómicos en el cuerpo de la mujer durante el embarazo
La misión de la placenta es el intercambio fisiológico entre la madre y el feto, siendo el intercambio gaseoso
la función primordial de este órgano, seguida por la absorción de nutrientes y la excreción de productos de
desecho. Los diferentes componentes de este intercambio son transportados por difusión simple (O2 y CO2),
difusión facilitada y mediante el transporte activo altamente selectivo [7]. Existe en la placenta una intensa
actividad de intercambio y de síntesis, pasando de la madre al feto sustancias nutritivas, tales como oxígeno,
agua, glucosa, lactato, aminoácidos, ácidos grasos libres, vitaminas, electrolitos, hormonas, anticuerpos,
algunos medicamentos y algunos patógenos tales como virus (VIH). Del feto a la madre, en cambio, pasan
productos finales del metabolismo, tales como urea, anhídrido carbónico [7]. Por otra parte, la única
comunicación entre la madre y el feto a través de la placenta es química, pues no hay inervación. El intenso
intercambio de sustancias entre los dos entes afecta la propia placenta o al útero y hasta al propio feto. Las
hormonas que se intercambian pueden ser esteroidales y peptídicas. Las primeras, son la progesterona, que
sirve para la síntesis de corticoides fetales y en el útero participa en la formación de células deciduales, vitales
para la nutrición del feto recién formado, y los estrógenos, que tienen un efecto proliferativo en tejidos
maternos: aumento del tamaño del útero, mamas y genitales externos, todo ello orientado hacia el desarrollo
normal del embarazo [7].
En cuanto a las hormonas peptídicas, comprenden el lactógeno placentario que estimula la secreción de la
glándula mamaria, el crecimiento fetal y el peso de la placenta. Otra sustancia producida es la gonadotrofina
coriónica que mantiene en funcionamiento el cuerpo lúteo para poder seguir produciendo progesterona,
estrógenos y estrógenos [8]. La placenta también cumple una importantísima función inmune. Ello es
fundamental si se comprende que, para el cuerpo de la madre, el feto constituye un cuerpo extraño, por lo
que es imprescindible inhibir el rechazo del sistema inmunológico de la mujer. Por ello se producen factores
inmunosupresores e inmunomoduladores, además de una adaptación de la respuesta inmune de la madre
frente a los antígenos de histocompatibilidad fetal [6].
Después de la fertilización, las células más externas de la mórula dan origen al trofoblasto, células epiteliales
especializadas que conforman la placenta, y que durante la implantación invaden la decidua (tejido materno
originado en el endometrio preparado para recibir al embrión). Al final de este período, la placenta se
estructura formando las vellosidades coriónicas flotantes y las vellosidades de anclaje. Las vellosidades
flotantes ocupan el espacio intervelloso ("lagunas" llenas con sangre materna) y permiten los eventos de
transporte de gases y nutrientes. Las vellosidades de anclaje penetran la pared uterina para proporcionar un
sostén físico al feto y asegurar una adecuada perfusión placentaria [7].
En medio del proceso de placentación, se producen una serie de desarrollos en las cuales se encuentran y
coordinan tejidos tanto de la madre como del nuevo ser. Las células del trofoblasto se fijan a la membrana
basal que rodea el estroma de estos dos tipos de vellosidades. En las vellosidades, el trofoblasto se fusiona
para generar una capa externa denominada sinciciotrofoblasto, en el extremo distal de las vellosidades de
anclaje, el trofoblasto rompe la membrana basal y forma “columnas celulares”. Dichas columnas están
conformadas por una subpoblación de trofoblasto denominado trofoblasto extravelloso que prolifera, invade
el miometrio y modifica los vasos sanguíneos arteriales uterinos, denominados arteriolas espiraladas. El
mecanismo a través de los cuales la columna de trofoblasto extravelloso prolifera, invade y finalmente
transforma los vasos sanguíneos maternos no han sido completamente establecidos, aunque se conoce de la
participación de varios mediadores [1]. Se ha denominado pseudo vasculogénesis a la serie de eventos que se
inician con la proliferación e invasión trofoblástica y finalizan en la transformación de las arterias espiraladas.
Las bases moleculares que regulan el proceso de pseudo vasculogénesis no han sido establecidas, pero se ha
descrito que la presión parcial de oxígeno sobre el trofoblasto es de suma importancia.
La placentación humana, en comparación con la de otras especies mamíferas, es relativamente rápida pues
dura entre 6 y 7 días, en el marco de un proceso de gestación de alrededor de 274 días. La implantación es
intersticial. Las vellosidades con las cuales se instala la placenta en las madres son de tipo discoidal, pues las
vellosidades abarcan un área circular y polarizada. Así, las vellosidades se distribuyen formando un disco. Se
trata de una placenta llena de vellosidades de tipo hemocorial, lo cual significa que las vellosidades coriales
flotan libremente en la cámara hemática, no existen barreras maternas y las fetales después de las 20
semanas de gestación quedan reducidas al endotelio y un reducido trofoblasto (lámina sinciciovascular) [7].