Programa educativo y formativo para disminuir
la violencia de género en adolescentes
Resumen: La violencia de género representa uno de los principales desafíos sociales contemporáneos, con
implicaciones profundas en el ámbito personal, familiar y comunitario. En este contexto se ha desarrollado un
programa educativo y formativo para disminuir las actitudes negativas hacia la violencia de género. Este
programa fue aplicado a un grupo de análisis de 38 jóvenes, los que fueron previamente evaluados para
conocer sus actitudes originales, y luego de la implementación fueron nuevamente evaluados, descubriendo
que el programa educativo es altamente eficaz para mejorar las actitudes hacia la violencia de género. Los
hallazgos revelaron que el programa además de ser efectivo es replicable en distintos escenarios académicos,
siendo necesaria una evaluación continua para su mejoramiento en el tiempo.
Palabras clave: violencia de género, programa educativo, desafíos sociales, vida y sociedad.
ISSN-E: 2542-3401, ISSN-P: 1316-4821
Universidad, Ciencia y Tecnología,
Número Especial 2025, (pp. 30-38)
Villar L. Programa educativo y formativo para disminuir la violencia de género en adolescentes
Lourdes Mafalda Villar Balladares
https://orcid.org/0000-0001-9239-2352
lourmavillar@gmail.com
Universidad César Vallejo
Piura, Perú
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Recibido (03/10/2024), Aceptado 12/12/2024)
https://doi.org/10.47460/uct.v29iSpecial.874
Educational and training program to reduce gender violence in adolescents
Abstract.- Gender-based violence represents one of the main contemporary social challenges, with profound
implications in the personal, family, and community spheres. In this context, an educational and training
program has been developed to reduce negative attitudes towards gender violence. This program was applied
to an analysis group of 38 young people, who were previously evaluated to know their original attitudes. After
implementation they were re-evaluated, discovering that the educational program is highly effective in
improving attitudes towards gender violence. The findings revealed that the program, in addition to being
effective, can be replicated in different academic scenarios, and continuous evaluation is necessary for its
improvement over time.
Keywords: gender-based violence, educational program, social challenges, life and society.
Tipo de artículo: artículo de investigación
Autor de correspondencia: lourmavillar@gmail.com
I. INTRODUCCIÓN
La violencia de género en la sociedad actual sigue siendo un problema global, profundo y estructural que
afecta principalmente a las mujeres y a personas de identidades diversas, limitando su bienestar, derechos y
oportunidades [1]. Este fenómeno va más allá del ámbito físico y se manifiesta en múltiples formas, como
violencia psicológica, sexual, económica y simbólica, reproduciéndose en espacios familiares, laborales,
educativos y virtuales. A pesar de los avances en políticas públicas, marcos legales y movimientos sociales que
buscan erradicar esta violencia, persisten factores socioculturales y económicos que perpetúan roles de
género desiguales y la discriminación.
Uno de los factores determinantes en la continuidad de la violencia de género es la normalización de
prácticas patriarcales [2], reforzadas a través de estereotipos y dinámicas de poder históricamente arraigadas.
Por ejemplo, la representación desigual de mujeres y hombres en medios de comunicación y en espacios de
toma de decisiones contribuye a la percepción de inferioridad y subordinación femenina. Asimismo, la
violencia digital ha emergido como una problemática actual, donde el acoso, la difusión no consentida de
material íntimo y el ciberacoso afectan significativamente la integridad emocional y social de las víctimas.
El impacto de la violencia de género es devastador tanto a nivel individual como colectivo. Genera problemas
físicos y emocionales en las víctimas, afecta su desarrollo educativo y laboral, y limita su autonomía [3].
Además, tiene costos sociales y económicos elevados al demandar recursos de salud pública, asistencia legal y
social. En muchos casos, la falta de denuncias y de acceso a justicia se relaciona con el miedo, la
revictimización y la impunidad persistente en los sistemas judiciales. Por tanto, es fundamental fortalecer la
educación en igualdad de género desde las etapas tempranas, promoviendo valores de respeto, empatía y
equidad. Además, los gobiernos deben priorizar políticas de prevención, protección y sanción que aseguren
entornos seguros y libres de violencia para todos [4]. El trabajo conjunto entre instituciones educativas,
organizaciones civiles y el sector público es clave para cambiar patrones culturales y avanzar hacia una
sociedad más justa e inclusiva.
Este trabajo plantea una propuesta formativa que promueve la empatía social, la autoevaluación personal y
la toma de decisiones, con el fin de aportar a los sectores sociales adolescentes, donde las discrepancias de
género suelen ser compleja y muchas veces culturales, donde la familia juega un rol representativo y las
actitudes individuales pueden ser una solución a corto y largo plazo para mejorar los entornos juveniles.
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II. DESARROLLO
La violencia de género es una característica de gran parte de las sociedades en todos los países. Se trata de
una actitud desconsiderada de una persona hacia otra, donde la mayoría de las veces la persona afectada es
mujer. Esta realidad ha estado presente en el mundo desde tiempos inmemoriales, y se ha arraigado en la
cultura internacional de forma que parece natural, normal y sin complicaciones. Pero la realidad es que la
persona afectada, si sufre por estas realidades sociales y no solo afectan su desempeño en el entorno
comunitario, sino que además afecta su autoestima y su desempeño laboral, además de su capacidad para
asumir el rol que le corresponde en la sociedad. De esta manera, cada persona debería asumir un rol donde
se sienta cómodo, tranquilo y en plenitud de sus actos, sin imposiciones, ni desprecios por lo que hace y es.
A. La violencia de género en países desarrollados
La violencia de género en países europeos continúa siendo un desafío significativo, a pesar de los avances
legislativos y sociales en materia de igualdad de género. Este tipo de violencia, que incluye agresiones físicas,
psicológicas, sexuales y económicas, afecta principalmente a mujeres y niñas, aunque también impacta a
otros grupos vulnerables. La Agencia Europea de Derechos Fundamentales (FRA) destaca que
aproximadamente una de cada tres mujeres en la Unión Europea ha experimentado violencia física o sexual a
lo largo de su vida, lo que subraya la magnitud del problema en la región [5].
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Estudios como los de Walby y Towers [6] señalan que la violencia de género no solo afecta a las víctimas
directamente, sino que también tiene un impacto económico y social significativo, generando costos en salud,
productividad y bienestar general. Estos autores sostienen que la violencia estructural y cultural, derivada de
roles de género patriarcales, perpetúa la desigualdad y crea un entorno que normaliza las agresiones.
Además, países como España, Suecia y Francia han implementado políticas públicas específicas, como la Ley
Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género en España, que ha sido un
referente internacional en la lucha contra esta problemática [7].
A pesar de estos avances, persisten desafíos como la baja denuncia por miedo a represalias y falta de
confianza en las instituciones, así como la creciente preocupación por la violencia digital, especialmente entre
adolescentes y jóvenes. Investigadoras como Ferrer Pérez y Bosch Fiol [8] enfatizan la necesidad de una
educación temprana en igualdad de género y el fortalecimiento de políticas que involucren a toda la sociedad
para prevenir y erradicar la violencia de género. De esta manera, se puede verificar que la región europea ha
mostrado avances importantes, pero aún se requiere un esfuerzo conjunto entre gobiernos, organizaciones y
la sociedad civil para abordar las raíces estructurales de esta problemática y garantizar una protección
efectiva a las víctimas.
B. Violencia de género en países latinoamericanos
La violencia de género en América Latina es un problema crítico y persistente que refleja profundas
desigualdades sociales, económicas y culturales en la región. A pesar de los avances en políticas públicas y
legislaciones, como la Ley Integral contra la Violencia hacia las mujeres en países como México, Argentina y
Colombia, las tasas de feminicidio y otros tipos de violencia siguen siendo alarmantemente altas. De acuerdo
con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 2022 se reportaron más de 4000
feminicidios en la región, lo que posiciona a América Latina como una de las zonas más peligrosas para las
mujeres [9].
Investigadoras como Lagarde [10] señalan que la violencia de género en América Latina no es un fenómeno
aislado, sino el resultado de estructuras patriarcales y una cultura de impunidad que normaliza la violencia. La
falta de acceso a la justicia y los limitados recursos destinados a la protección de las víctimas agravan la
situación. Además, la violencia se ve intensificada por factores como la pobreza, la desigualdad de género, la
discriminación étnica y el control de territorios por grupos criminales, lo que expone a las mujeres a múltiples
vulnerabilidades.
La violencia digital y psicológica también han ganado protagonismo en los últimos años. Según ONU Mujeres
[11], el acoso cibernético y la difusión de contenido íntimo no consentido afectan principalmente a
adolescentes y mujeres jóvenes, creando nuevas formas de violencia que requieren atención urgente. Por
otro lado, las movilizaciones feministas en la región, como el movimiento Ni Una Menos en Argentina, han
visibilizado el problema a nivel global y demandado políticas más efectivas en materia de prevención y
sanción. La violencia de género en América Latina es un problema multifacético que requiere un enfoque
integral, basado en la educación en igualdad de género, la implementación de políticas públicas efectivas y la
erradicación de la impunidad. Es esencial que los gobiernos, la sociedad civil y las instituciones trabajen de
manera articulada para garantizar la seguridad, los derechos y el bienestar de las mujeres en la región.
C. Violencia de género en Ecuador y Perú
La violencia de género en Perú y Ecuador es un problema alarmante que refleja las dinámicas estructurales
de desigualdad que afectan a América Latina. Ambos países presentan altos índices de violencia contra las
mujeres, tanto en el ámbito doméstico como en el público, lo que contribuye a que la región sea una de las
más afectadas por este fenómeno a nivel mundial.
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En Perú, la Defensoría del Pueblo y el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) [12] reportan
cifras preocupantes de feminicidios y violencia familiar, a pesar de la existencia de leyes como la Ley
30364, que busca prevenir y sancionar la violencia de género. Investigadoras como Virginia Vargas [13]
destacan cómo el contexto cultural y la falta de una implementación eficaz de políticas públicas perpetúan
esta problemática. Las mujeres indígenas y rurales son especialmente vulnerables debido a factores como la
pobreza, la exclusión y la falta de acceso a la justicia.
Por su parte, en Ecuador, la violencia de género también es una realidad estructural que afecta a mujeres y
niñas de forma significativa. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) [14], 6 de cada 10
mujeres han experimentado algún tipo de violencia a lo largo de su vida. Autoras como Miloslavich [15]
resaltan que la falta de respuesta institucional y la cultura de impunidad permiten que estos actos se sigan
perpetuando. La Ley Orgánica Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, promulgada
en 2018, ha sido un avance en el marco normativo, pero enfrenta desafíos en cuanto a recursos económicos y
aplicación en territorios rurales y comunidades indígenas.
En el panorama latinoamericano, la situación en Perú y Ecuador es un reflejo de los desafíos regionales en
torno a la violencia de género. Países de América Latina comparten problemáticas similares, como la
normalización de roles patriarcales, la impunidad en los casos de feminicidios y la falta de acceso a servicios
integrales para las víctimas. Sin embargo, los movimientos sociales y feministas, como Ni Una Menos en Perú
o las organizaciones de base en Ecuador, han generado cambios importantes en la agenda pública al
visibilizar la necesidad urgente de políticas de prevención y sanción. Según Segato [16], experta en estudios
de género en la región, la violencia de género no es un problema privado, sino una manifestación del poder
patriarcal que se sostiene en la esfera pública y necesita ser combatido desde sus raíces estructurales.
La violencia de género en Perú y Ecuador repercute en el contexto latinoamericano al evidenciar los retos
compartidos en materia de igualdad de género y acceso a la justicia. Es fundamental fortalecer las políticas
públicas, garantizar la protección de las mujeres y continuar con la labor de los movimientos sociales, que
desempeñan un papel clave en la transformación cultural y la lucha por sociedades más justas e igualitarias.
III. METODOLOGÍA
Este estudio se basó en un diseño de tipo pre-experimental de corte longitudinal, donde se ha seleccionado
un grupo de análisis de 28 estudiantes, y se realizó un pretest y postest, una vez aplicado el programa. Como
variable independiente se consideró el programa en si mismo, donde se analizaron las dimensiones asociadas
a la competencia personal, interpersonal y de transformación social. Mientras que la variable dependiente se
trató de las actitudes ante la violencia de género, con las dimensiones cognitivas, afectiva y conductual. De
esta manera, las hipótesis del estudio fueron:
H1: El programa educativo y formativo implementado influye positivamente en las actitudes de los
estudiantes, contribuyendo a la disminución de la violencia de género.
H0: El programa educativo y formativo implementado no influye positivamente en las actitudes de los
estudiantes, y no contribuye a la disminución de la violencia de género.
En la tabla 1 se muestran las características del programa, se puede observar que consta de un conjunto
estructurado de actividades orientadas a promover el desarrollo personal, social y ciudadano de los
participantes, abordando temas fundamentales como el autoconocimiento, la regulación emocional, la
igualdad de género y la convivencia social.
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A través de estrategias reflexivas y prácticas, estas actividades buscan fomentar la conciencia crítica sobre la
violencia de género, la equidad, y los roles estereotipados, al tiempo que fortalecen habilidades como la
expresión asertiva de emociones, la empatía y la resolución efectiva de conflictos. Se puede afirmar que las
propuestas están diseñadas para favorecer la formación de individuos responsables, capaces de interactuar
positivamente en sociedad y contribuir a la construcción de comunidades más inclusivas y respetuosas.
La encuesta realizada estuvo compuesta por 38 ítems, con escala tipo Likert. Está diseñada para evaluar
actitudes y competencias vinculadas a la violencia de género en adolescentes. Esta evaluación aborda
dimensiones clave, como la competencia personal, que promueve el autoconocimiento y el control emocional;
la competencia interpersonal, orientada a fomentar habilidades sociales y de convivencia; y la competencia
ciudadana, que impulsa la responsabilidad social y la equidad de género. La finalidad principal es identificar
actitudes negativas y fortalecer valores que permitan prevenir la violencia de género mediante la
sensibilización y la reflexión crítica. El instrumento, además, sirvió para monitorear la eficacia del programa
educativo propuesto, asegurando que los estudiantes desarrollen conductas y percepciones más saludables
respecto a la igualdad y la convivencia.
Tabla 1. Actividades realizadas al grupo de análisis.
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IV. RESULTADOS
La Tabla 3 presenta un análisis comparativo de las puntuaciones en la dimensión cognitiva de actitudes hacia
la violencia entre el pretest y el postest en adolescentes. Los resultados muestran una reducción significativa
en las puntuaciones de la dimensión cognitiva tras la intervención, lo cual se refleja en la disminución de la
media de 44,18 en el pretest a 32,96 en el postest. Esta reducción indica una mejora en las actitudes
cognitivas de los estudiantes hacia la violencia, es decir, se logró un cambio favorable en el conocimiento y
comprensión de esta problemática.
El coeficiente de Wilcoxon (W = 406) y el valor de significancia (p = 0,001) confirman que esta diferencia es
estadísticamente significativa (p < 0,01), lo que sugiere que la intervención implementada tuvo un impacto
positivo en los adolescentes. Además, el tamaño del efecto (d = 1) es considerablemente alto, lo que refuerza
la relevancia práctica de estos resultados.
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Tabla 2. Características del instrumento aplicado.
Tabla 3. Análisis comparativo de la dimensión cognitiva entre pre y post test.
La Tabla 4 presenta el análisis comparativo de las puntuaciones en la dimensión afectiva de actitudes hacia la
violencia entre el pretest y el postest en adolescentes. Los resultados evidencian una reducción en la media
de las puntuaciones, pasando de 35,75 en el pretest a 32,96 en el postest, lo cual sugiere una mejora en la
dimensión afectiva de las actitudes hacia la violencia. Esta disminución refleja que los estudiantes
experimentaron cambios positivos en sus respuestas emocionales y percepciones afectivas relacionadas con
la violencia.
El coeficiente de Wilcoxon (W = 406) y el valor de significancia (p = 0,041) indican que esta diferencia es
estadísticamente significativa (p < 0,05). Sin embargo, el tamaño del efecto (d = 0,379) es moderado, lo que
implica que, aunque la intervención tuvo un impacto positivo en la dimensión afectiva, su magnitud no fue tan
alta como en otras dimensiones.
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Tabla 4. Comparaciones de los niveles de los valores entrada y salida en los estudiantes.
Tabla 5. Análisis comparativo de la dimensión conductual de actitudes hacia la violencia entre pre y post test.
La Tabla 5 muestra el análisis comparativo de las puntuaciones en la dimensión conductual de actitudes
hacia la violencia entre el pretest y el postest en adolescentes. Los resultados reflejan una reducción notable
en la media de las puntuaciones, que disminuyen de 50,25 en el pretest a 25,21 en el postest. Esta diferencia
significativa sugiere una mejora considerable en las conductas asociadas a las actitudes hacia la violencia, es
decir, una disminución en las manifestaciones conductuales negativas relacionadas con esta problemática.
El coeficiente de Wilcoxon (W = 406) y el valor de significancia (p < 0,01) confirman que la diferencia
observada es estadísticamente significativa, lo que indica que el programa educativo tuvo un impacto
relevante en la modificación de conductas. Además, el coeficiente de correlación biserial (rbis = 1) sugiere un
efecto muy alto, evidenciando una fuerte relación entre la intervención y el cambio conductual observado.
Al evaluar las actitudes de los jóvenes hacia la violencia de género, se pudo confirmar que los resultados
muestran una reducción significativa en la media de las puntuaciones, que pasan de 130,18 en el pretest a
63,96 en el postest. Este cambio refleja una mejora sustancial en las actitudes de los estudiantes, indicando
una disminución en comportamientos, creencias y emociones asociados a la violencia. Además, el coeficiente
de Wilcoxon (W = 406) y el valor de significancia (p < 0,01) confirmaron que esta diferencia es estadísticamente
significativa, validando el impacto positivo de la intervención. Además, el tamaño del efecto (d = 1) sugiere una
magnitud muy alta, lo que indica que el programa educativo tuvo un efecto notablemente poderoso en
modificar las actitudes de los adolescentes hacia la violencia.
En términos globales, los resultados destacan la eficacia del programa educativo implementado para abordar
y transformar actitudes hacia la violencia. Esto resalta la importancia de intervenciones diseñadas desde un
enfoque integral que aborde aspectos cognitivos, emocionales y conductuales, logrando un cambio
significativo y sostenible en los participantes. Estos hallazgos refuerzan el papel de la educación como
herramienta clave para prevenir y reducir la violencia en contextos educativos.
Los resultados también confirman que se debe aceptar la H1, destacando que el programa diseñado e
implementado, es efectivo para mejorar las actitudes de los jóvenes en relación con la violencia de género.
Este tipo de intervenciones resulta de gran relevancia en la formación académica y personal de los
adolescentes, y debería incorporarse de forma permanente en las aulas de clase para mejorar el
comportamiento de los jóvenes y en consecuencia, aportar de forma significativa a las familias y la sociedad.
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CONCLUSIONES
Los resultados evidencian que los programas educativos diseñados para abordar actitudes hacia la violencia
tienen un impacto integral en los aspectos cognitivos, emocionales y conductuales de los adolescentes. Estas
intervenciones no solo disminuyen las actitudes negativas, sino que también promueven un cambio profundo
en la forma en que los estudiantes perciben y responden a la violencia, lo que sugiere su relevancia como
herramientas fundamentales para prevenir conductas violentas y fomentar ambientes escolares más seguros.
La significativa mejora en las actitudes hacia la violencia demuestra que el enfoque preventivo, basado en
educación y sensibilización, es una estrategia efectiva para abordar este problema social. Al trabajar
directamente con las percepciones y creencias de los adolescentes, estos programas logran generar un
cambio de mentalidad que contribuye a la construcción de una cultura de paz, respeto y convivencia armónica
en los entornos educativos.
Los resultados refuerzan la idea de que la educación es una herramienta clave para el cambio social,
especialmente en temas relacionados con la violencia. Al modificar actitudes desde una edad temprana, los
programas educativos tienen el potencial de generar efectos multiplicadores que trascienden el ámbito
escolar, impactando positivamente en las dinámicas familiares y comunitarias, y promoviendo sociedades más
equitativas y libres de violencia.
El éxito de la intervención radica en su enfoque multidimensional, que aborda simultáneamente los
componentes cognitivos, afectivos y conductuales de las actitudes hacia la violencia. Esta aproximación
permite no solo identificar los factores subyacentes que perpetúan la violencia, sino también diseñar
estrategias efectivas para erradicarlos, destacando la necesidad de programas educativos integrales y
adaptativos.
El análisis estadístico que respalda los hallazgos confirma la importancia de diseñar programas educativos
basados en evidencia, donde se evalúen rigurosamente los resultados y se ajusten las estrategias en función
de las necesidades específicas de los participantes. Este enfoque garantiza la sostenibilidad y la efectividad de
las intervenciones, permitiendo su replicación en diferentes contextos y ampliando su alcance para abordar
problemas similares en otras poblaciones.
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