
La OCDE ha señalado que el fortalecimiento de competencias socioemocionales en los docentes es esencial
para enfrentar los desafíos de la educación contemporánea, en particular en contextos de diversidad cultural,
desigualdad y alta exigencia emocional [2]. Entre dichas competencias, la autoconciencia social ocupa un lugar
central, al entenderse como la capacidad del docente para reconocer y comprender las dinámicas sociales en
el aula, empatizar con sus estudiantes, identificar las necesidades emocionales del grupo y actuar con
sensibilidad frente a las diferencias [1], [3].
En el ámbito latinoamericano, la UNESCO ha promovido el desarrollo de habilidades socioemocionales en los
programas de formación docente como parte de un enfoque integral para mejorar la calidad educativa [1]. Se
destaca que los docentes que poseen mayor autoconciencia social generan climas de aula más positivos,
practican una pedagogía más inclusiva y logran mejores niveles de conexión con sus estudiantes, lo cual
favorece la equidad y la permanencia escolar [8]. Estudios empíricos en países como México, Brasil, Chile y
Perú han documentado que el componente emocional del desempeño docente ha sido históricamente
desatendido en los programas de formación inicial y continua, lo que ha limitado la capacidad de los
educadores para gestionar adecuadamente las emociones propias y ajenas en entornos escolares complejos
[9], [8]. Esta carencia no solo afecta el bienestar del profesorado, sino también la calidad de la experiencia
educativa de los estudiantes, quienes perciben y responden a las disposiciones emocionales de sus docentes.
Desde la psicología social, autores como Goleman han propuesto que la autoconciencia emocional y social
son competencias que pueden desarrollarse mediante procesos formativos intencionados, basados en la
reflexión crítica, la autorregulación y el aprendizaje experiencial. En esta línea, se considera que la
autoconciencia social contribuye al fortalecimiento del desempeño profesional, al permitir que los docentes
actúen con mayor coherencia entre sus valores personales y sus prácticas educativas [9]. En consecuencia, el
vínculo entre desempeño docente y autoconciencia social representa una línea de investigación clave para el
rediseño de políticas de formación docente, la mejora del clima escolar y la promoción de entornos
educativos más humanos, sostenibles y emocionalmente seguros.
Un desempeño docente apropiado trasciende la mera transmisión de conocimientos, y se caracteriza por
una serie de competencias que abarcan dimensiones pedagógicas, actitudinales y emocionales. Diversos
marcos internacionales han identificado como elementos fundamentales del buen desempeño: el dominio
disciplinar, la planificación didáctica efectiva, la gestión de aula con enfoque inclusivo, la capacidad para
resolver conflictos, el compromiso ético con el aprendizaje de los estudiantes y la disposición a la mejora
continua [1], [2]. A estas dimensiones se suma una competencia clave que atraviesa y potencia cada una de
ellas: la capacidad socioemocional del docente. En particular, la autoconciencia social se relaciona con la
habilidad de identificar las emociones de los demás, comprender las dinámicas sociales del grupo, reconocer
los efectos del entorno cultural y responder con sensibilidad ante la diversidad. Desde esta perspectiva,
docentes que poseen una elevada autoconciencia social logran generar vínculos más significativos con sus
estudiantes, fomentar un ambiente de respeto y confianza, y actuar con mayor capacidad de autorregulación
emocional, incluso en contextos adversos [3].
La OCDE ha señalado que el desarrollo profesional docente debe incluir espacios formativos destinados al
fortalecimiento emocional, reconociendo que las habilidades interpersonales y la empatía impactan de forma
directa en el aprendizaje y la permanencia escolar [2]. En consonancia, investigaciones en América Latina han
evidenciado que la falta de preparación en el ámbito socioemocional representa una de las principales
barreras para alcanzar una práctica docente efectiva y humanizada, especialmente en zonas de alta
vulnerabilidad social [4]. Por tanto, la autoconciencia social no solo es una cualidad personal deseable, sino un
componente estructural del desempeño profesional (figura 1), ya que permite al docente actuar con mayor
coherencia ética, sensibilidad cultural y compromiso pedagógico. Su inclusión en las políticas de evaluación y
formación docente es fundamental para avanzar hacia sistemas educativos más equitativos, empáticos y
centrados en el desarrollo humano.
ISSN-E: 2542-3401, ISSN-P: 1316-4821
Universidad, Ciencia y Tecnología,
Número Especial 2025, (pp. 422-432)
424
Alejandro A. et al. Programa de formación de autoconciencia social para mejorar el desempeño docente en América Latina, 2023- 2025